La idea de cerrar el centro de la ciudad al coche parece utópica hoy en día: quizás nuestra ciudad no está todavía preparada para confiar en el transporte público y otros medios de locomoción no “convencionales” (bicicletas, patines, coche eléctrico), pero necesita una solución drástica para amortiguar los gases nocivos que salen de los vehículos de combustión, principalmente los vehículos diesel. La respuesta ha estado siempre ahí: el verde.
En las últimas décadas en nuestra ciudad la vegetación se ha visto sustituida por la dictadura del pavimento de granito y la maceta decorativa, en busca de darle al centro una “monumentalidad” forzada que ya existía, sin necesidad de exterminar cualquier brote verde. Grupos como Valladolid desaparecido nos muestran fotos en los que existen arboles en lugares tan dispares como la Plaza Mayor. Los arboles en la ciudad no tienen nada en contra con “dignificar” un espacio: ciudades como Barcelona, Granada o Sevilla están llenas de arboles, zonas a las sombra de las que resguardarse del calor que nos trae, ya sin lugar a duda, el cambio climático.
En definitiva, y parafraseando a Lorca, Valladolid ¡Verde que te quiero, Verde!