“Si quieres aprender arquitectura, no leas sobre arquitectura”
Muchos de los consejos que te dan en la Escuela se quedan en el aire cuando abres un estudio y aterrizas en la vida real.
José Ignacio Linazasoro vino hace unos años a la escuela de Arquitectura de Valladolid con motivo de unas conferencias sobre arquitectura nórdica. Días después, me animé a escribirle un correo para que me recomendase lecturas interesantes sobre ese tema. Su respuesta fue sorprendente, y con el tiempo, pedagógica: “Si quieres aprender arquitectura, no leas sobre arquitectura”. Me quería hacer entender que siendo curioso sobre todo lo que me rodeaba me ayudaría a formarme arquitecto y como persona, ya fuera leyendo libros, escuchando música, viendo películas o interesándome por otras profesiones y sus distintas formas de afrontar el trabajo.
Ahora, pocos años después de esa conferencia, con nuestro estudio recién abierto, no tenemos prácticamente tiempo para seguir el consejo de Linazasoro. Como arquitectos jóvenes abriéndonos camino, somos conscientes de lo que realmente significa ser arquitecto. En la escuela nos enseñan arquitectura, pero me temo que no nos preparan para el oficio. Esto no es una crítica hacia la universidad, si no un choque de realidad, un choque muy duro contra la vida real. Durante nuestra época de estudiante disfrutamos del aprendizaje de la arquitectura: conceptos de escala, relación con el entorno, cualificación de espacios, uso de la luz, respuesta al lugar…. Actualmente, por desgracia, todas esas nociones quedan prácticamente arrinconadas en el desarrollo de un proyecto, debido a la importancia repentina que adquieren la relación del arquitecto con el promotor, la respuesta a unas necesidades programáticas concretas, la adecuación a un presupuesto generalmente limitado, el conocimiento de materiales y el coste de su instalación, la justificación de una sobredimensionada normativa y, sobre todo para llegar a fin de mes, la labor comercial de conseguir clientes.
Muchos compañeros reconocen el mérito de haber abierto un estudio nada más terminar la carrera. En Oiga Estudio creemos que no tiene nada de especial, surgió de manera natural, éramos dos autónomos con inquietudes similares. Si hubiéramos decidido trabajar para otros arquitectos, en otras ciudades o países, el aprendizaje hubiera sido mucho más rápido pero en muchos casos limitado, con poca responsabilidad los primeros meses y seguramente con un salario bajo debido a la falta de experiencia. Trabajando para uno mismo el compromiso con el trabajo es total, desde las primeras reuniones con el cliente cuando el proyecto aún es una nebulosa hasta el último detalle del diseño. Esta forma de trabajar es una suerte para nosotros, ya que podemos conocer todos los agentes que forman parte de un proyecto. Pero es un camino plagado de sinsabores, con momentos de desesperación y plazos excesivamente largos que llevan a plantearse la rentabilidad de tener un estudio propio.
Para compensar los periodos en los que las cosas en un estudio no salen como uno quiere, no nos queda más remedio que reinventarnos. En cada proyecto que nos encargan además de buscar la respuesta más ajustada a un programa, tratamos de aprender cosas útiles para el futuro: Hemos aprendido de manera autodidacta a utilizar programas BIM, programas de cálculo estructural o impresión 3D. Formarnos a través de nuestro propio trabajo, en definitiva. Y esta formación a su vez se incorpora al método de trabajo.
Nuestro sistema de trabajo a través de la visualización 3D quizá sea una de las mayores diferencias que tengamos respecto a un estudio con más años de experiencia. Siempre comenzamos un proyecto con lápiz y papel, pero cuando todo comienza a encajar, pasamos a programas BIM para chequear las volumetrías y los espacios interiores. De esta manera obtenemos mucha información planimétrica más eficientemente, pero sobre todo, es una ayuda enorme para el cliente. En vez de unos planos en dos dimensiones o unas vistas dibujadas o renderizadas, el cliente dispone de un archivo con el que interactuar. Así, puede ver cómo avanza su proyecto de una manera casi real, consiguiendo que la relación de espacios o tamaños quede mucho más clara en su cabeza, ahorrando malentendidos y permitiéndonos avanzar más rápidamente. Todos los agentes implicados en un proyecto salen beneficiados con este método de trabajo.
Por otro lado, como muchos arquitectos de hoy en día, tenemos muy presente la sostenibilidad, pero quizá de una manera más específica porque para nosotros ya está implícita en la buena arquitectura. Con sostenibilidad nos referimos a adaptarnos a las tradiciones constructivas del lugar y a conocer la trazabilidad de los materiales que vamos a utilizar, a saber cuanta energía se ha utilizado en su fabricación y en su transporte, tratando de minimizarla lo más posible. Se trata de ser responsables con el medio ambiente a la vez que se ayuda al cliente a conseguir su objetivo.
El compromiso con la sostenibilidad y el conocimiento de nuevas herramientas digitales de trabajo, hace de nosotros un complemento atractivo para estudios con más recorrido. La colaboración con otros arquitectos de más experiencia, algo común en estos tiempos, resulta muy satisfactoria para ambas partes.
No hemos parado de trabajar en los dos años de vida. Sin embargo los honorarios no nos permiten vivir de ello aún. Esta es una de las mayores diferencias con otras épocas: trabajamos las mismas horas, ni más ni menos, pero las ganancias son mínimas y la competencia, máxima. Actualmente, es muy difícil para un estudio joven vivir exclusivamente de la arquitectura. Para compensar esta falta de ingresos organizamos cursos de certificaciones energéticas, hacemos impresiones 3D, damos clases de dibujo y ayudamos a universitarios mediante tutorías.
El único aspecto positivo de esta situación para un estudio que da sus primeros pasos, es que partimos de cero. No teniendo un gran estudio con un elevado volumen de gastos ni trabajadores a nuestro cargo, con pocos ingresos podemos mantenernos. Aunque tenemos la esperanza de que la situación mejore, no somos ilusos, creemos que no volveremos a niveles de trabajo precrisis. Tenemos muy claro que, visto lo visto, no viviremos de la arquitectura exclusivamente en un futuro. Esperamos que minimizando gastos y optimizando recursos, acumulemos la experiencia suficiente para enfrentarnos a proyectos de mayor envergadura cuando estos surjan. Si no, tendremos que buscar alternativas fuera de España, como han hecho la mayoría de nuestros compañeros de promoción. Mientras tanto, aquí, hacemos lo que cualquier otro arquitecto que tiene un estudio hace: trabajar y aprender.
Nacho Guerrero Anadón y Giovanni Olcese Ortega